Marvão, una encantadora villa medieval en la frontera portuguesa

Los orígenes de Marvão, en Alentejo, remontan al periodo romano, cuando era conocida como la Fortaleza de Ammaia, la fortificación protectora de la ciudad con lo mismo nombre. Fundada en el siglo I en un valle eminente sus vestigios pueden ser visitados hoy en día. Después de haber sido ocupada por los musulmanes, Marvão ha sido reconquistada entre los años 1910 y 1911 por el primero rey de Portugal, D. Afonso Henriques. A lo largo de la Historia ha desempeñado un importante rol estratégico debido a su impresionante localización. Burgo medieval a 800 metros de altitud, puede visitarse las fortificaciones, el Pelourinho (Picota) del pueblo, un puente quinientista y la Torre da Portagem (Torre de Peaje), además de la ciudad romana de Ammaia. Con relación al Patrimonio Natural cabe destacar el río Sever y el verde Parque Natural de la Sierra de São Mamede que dispone de cinco recorridos pedestres, que van desde los 8km a los 17km.

 

 

Desde hace siglos, Marvão lleva como sobrenombre 'El nido de las águilas'. No es de extrañar: la villa fue levantada a más de ochocientos metros de altura sobre una de las cumbres de la sierra de São Mamede, a seis kilómetros escasos de la frontera con España. Una inexpugnable montaña de granito la separa de los valles y las dehesas. Para llegar a ella es necesario trepar por fatigosas curvas que nacen a sus pies. Una vez arriba, el sacrificio habrá valido la pena. La villa de Marvão es medieval, blanca como la nieve, empedrada e irregular, tortuosa y empinada, protegida por una gruesa línea de murallas oscuras en cuyas esquinas se abren baluartes, matacanes y garitas. Las casas intramuros están decoradas por balcones de hierro forjado, chimeneas alentejanas y pintorescas ventanas manuelinas, bien pertrechadas para los días del frío del invierno. Marvão la fundaron los árabes. Hay quien opina que la mandó crear un caudillo sarraceno de nombre Marvan, allá por el año 770. En árabe, Marvan significa suave, ameno y agradable. La Historia no pudo hallar mejor eufemismo para nombrar tan hermoso pueblo. Sea como fuere, en 1160, don Afonso Henriques conquistó la villa para los escudos cristianos. Más de un siglo después, en 1299, don Dinis mandó erigir su altivo castillo.

El castillo de Marvão fue uno de los más importantes emplazamientos defensivos al Sur del Tajo. Declarado monumento nacional, sus fuertes defensas se confunden con la roca granítica del monte. Sus patrocinadores trataron de erigir un castillo inexpugnable. Por los lados Norte, Sur y Oeste es imposible el acceso. Las murallas se yerguen sobre paredes verticales que imposibilitan el ascenso. Sólo por el lado Este que mira a España era posible un ataque. Por eso los ingenieros de la época proyectaron hasta tres recintos que frenaran el hostigamiento enemigo. La torre del homenaje es una atalaya cúbica de considerable altura que sufrió serios daños en el terremoto de Lisboa, allá en 1755. Desde su azotea se advierte una de las vistas más hermosas del país. Al Este, España; al Sur y al Oeste, la sierra de São Mamede, y al Norte, Castelo Branco y las estribaciones de la Serra da Estrela.

 

 


Garitas, baluartes y precipicios

En uno de los recintos de la fortaleza hay una cisterna cuyo fondo está iluminado por la luz natural, gracias a tres claraboyas abiertas en la bóveda. La cisterna tiene unas dimensiones colosales. Los alcaides de la fortaleza mandaron construirla para garantizar el suministro de agua durante seis largos meses. Un paseo por el camino de ronda permite contemplar la vasta magnitud del castillo. A cada paso se abren garitas abovedadas y baluartes sostenidos como por un milagro sobre los terribles precipicios. A los pies de Marvão, los caminos se multiplican rumbo a los parajes más idílicos de São Mamede. Camino a Castelo de Vide hay una hilera de árboles centenarios, ordenados en línea recta, que se extienden a lo largo de doscientos y pico metros. A la salida de su sombra la sierra regala dehesas y lomas verdeadas por encinas y alcornoques. Al contrario de lo que pudiera pensarse, São Mamede es un paraje poblado por el hombre desde tiempo inmemorial. A cada paso se repiten las indicaciones de los conjuntos megalíticos que hicieron de este rincón de la geografía portuguesa uno de los lugares más pretéritos para su historia.

Registro actividad turística casas rurales TR-CC-00035

Nº 2011162010002697

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